LA
PRESENTACIÓN QUE HICE DE UN LIBRO MARAVILLOSO: «EL ELIXIR CURALOTODO»

Ésta es la historia de Lyra y Damilala…
Una de las tantas historias que una musaraña y una lechuza pueden vivir en un
lugar como Osorio,…tan mágico, tan mágico,… que el encantamiento impregna
piedras, casas, tierras, caminos, cuentecillos, tradiciones, árboles, hierbas
y, por supuesto a todos los animales que allí tienen la suerte de vivir.

¿Qué no pueden vivir historias una musaraña y una lechuza?¿Y por qué
no?….¡Bueno…! Y este libro demuestra que un pinzón y una paloma, un perro y
una cabra y hasta un loro deslenguado con una gata aristócrata. Y si es en
Osorio, aún más.

Yo, que estoy de libros infantiles o presuntamente infantiles un tanto exhausto
de antemano; he de afirmar que afronté la lectura de esta maravilla hecha
palabra con un cierto desconcierto; agravado porque lo hacía con la encomienda
de sus autores de plasmarlo después en esta presentación.

El desconcierto se esfumó en la primera página y apareció –brillante y lúcida-
la ilusión del encantamiento. Y volvió también aquella quimera fantástica que
creía perdida en mi infancia, cuando, en mis clandestinas correrías infantiles
en Osorio –el Cortijo era de “las niñas de don Adán” y el perro guardián
primero nos mordía y luego dialogaba- me enamoré hasta lo más profundo de mi
ser de sus árboles, vericuetos, barrancos, gentes e historias.

Y ahora vengo a descubrir que todos aquellos rebullicios y jaleos que se
percibían entre la hojarasca, en las altas ramas y las bajas madrigueras no
eran amenazas de ataques y embestidas de peligrosos seres semiescondidos: eran
musarañas, petirrojos, lagartijas, búhos –perdon, lechuzas- o ratones de campo
con el ajetreo de su vida cotidiana en el paraíso…. Que no era poco.

Y además se carteaban. Si alguno –como ocurre en este asombroso libro que hoy
se presentaba- se enfermaba, estaba el Pinar de Tamadaba para sanar (imagino
que algo tendría que ver la trementina y los aceites esenciales de estos
gigantes de nuestras cumbres) de sus dolencias, no se le olvida; se le
recuerda; y los amigos animalescos –que en eso son muy cumplidos- creen su
deber iniciar un epistolario ameno, placentero, sutil y educativo entre las
medianías y las cubre isleñas, que es el centro sobre el que gira este libro:
una musaraña y una lechuza que se cartean en un periodo de sanación y
convalecencia. He de admitir que sólo la idea ya captó mi interés y su
desarrollo me mantuvo entusiasta con la lectura el tiempo que necesite para
recibir el mensaje. Porque el libro tiene mensaje. Todos los libros con
animales tienen mensaje, por algo y para algo son más inteligentes que
nosotros.

Los músicos de Brémen, el Gato de Cheshire que guía a la Alicia de Lewis
Caroll; Flush, el cocker spaniel de Virginia Woolf -de largas orejas, cola
ancha y unos “atónitos ojos color avellana”-, o el fantástico y fantasioso
universo animal que sirvió a Rudyard Kipling, para personificar pasiones y
modelos humanos en “El libro de la selva”, son todos clarísimos ejemplos de
esta inteligencia sabia, natural, adaptada al mundo que tienen los animales; y
que hasta hoy –salvo casos no conocidos y constatables- es mucho más sabía y
adaptada a la naturaleza que la de nosotros, presuntos “reyes de la creación”.
A este compendio de sabiduría faunística sumen desde hoy a Dumilala y Lyra, a
Lolita, Bentagüayre y Gruss, y –como no- a Demetrio, Dianela, Dora, Dustin,
Dulcinea, Dagoberto, Deogracia y Dositeo, los ratones del árbol 48, que se
pueden molestar con la indiferencia y no es bueno tener de enemigos a toda una
jurria de ratones de campo.

Nicolás Guillén afirmó una vez “El mundo es un gran zoo” y en él –afirmo yo-
como nos descuidemos estamos perdiendo nuestro puesto los hombres y las
mujeres. Los niños y niñas no, porque ellos siguen siendo capaces de aprender
de los animales.

Este libro extraordinario –que tienen que leer sin falta hoy mismo, que luego
empiezan las fiestas del Pino y se pueden olvidar- es obra –como ya se ha
dicho- del buen hacer de Sandra Franco y Daniel Martín y las ilustraciones del
mejor trabajar también de la simpar Marina Seoane; configurando todo ello un
regalo de fiestas de un valor inestimable.

¡Ah…y por qué lo del elixir? Es la fórmula que se inventan los animales para
curar a su amiga la lechuza….Mágica, pero no secreta. Si lo leen, sabrán sus
prodigiosos ingredientes.

Un libro tan sesudo como el de los Proverbios asevera que “cuatro cosas son de
las más pequeñas de la tierra, y las mismas son más sabias que los sabios: las
hormigas, pueblo no fuerte, y que en el verano preparan su comida; los conejos,
pueblo nada esforzado, y ponen su casa en la piedra; las langostas, que no
tienen rey, y salen todas por cuadrilla; y la araña que atrapas con la mano, y
está en palacios de rey”

Por eso, cuando a partir de hoy, vayan en matinales excursiones o vespertinas
caminatas a las mágicas tierras de Osorio, sienten sus posaderas junto al
castaño número 100 y peguen oído a la casa de la musaraña Lyra; o junto al
castañero número 50, donde vive la lechuza Dumilala , “la acróbata de la
finca”. Si aquí escuchan un rasgar de hojas sepan que, de seguro, estará
escribiendo una carta con una de sus mágicas plumas. Cierren entonces los ojos,
suspiren profundo, y musiten bajito, cual sortilegio: “Que sea para mí, que sea
para mí…..”

José Luis Yánez Rodríguez
Cronista Oficial de Teror

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